
El Sena
Navego por el río Sena como una rama seca atrapada por el pico de unos pájaros.
Siembro en sus márgenes árboles plateados, pinturas lamidas por el sol, músicos de instrumentos endebles, un hormiguero de turistas, puestos de periódicos, edificios de corte napoleónico.
Un viento peregrino, nieto de los deshielos del Mont Blanc, comienza a posesionarse de la tarde.
La lengua anaranjada del sol me dice adiós.
Como un sueño, cruzo los puentes por el lado curvo de sus arcos.
Aquí aparece Notre Dame; allá, asoma su cuello la jirafa de hierro. En el cielo espumoso se perfila el pundonor de Los Inválidos.
Torrente colorido, en esta hora imprecisa de la tarde, vienes huyendo de los pinceles de Manet.
Miguel Ángel Andrade Rivera
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